Edificio sede del Congreso de la República localizado en la plaza de Bolívar de la ciudad de Bogotá. La construcción del Capitolio fue ordenada en el primer gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera por la Ley 3 de 1846 (para albergar el Congreso, la Corte Suprema de Justicia, los escribanos, el registrador, las secretarías del poder ejecutivo y la casa de habitación del presidente y su familia) y que se efectuó entre 1847 y 1926, de manera accidentada. “El Capitolio Nacional –según descripción detallada de la arquitecta Silvia Arango– tardará más de ochenta años en estar totalmente terminado. La primera piedra se puso en 1847 y los trabajos fueron suspendidos en 1851 durante veinte años como consecuencia de las guerras civiles. De 1871 a 1875, el entonces presidente Eustorgio Salgar, reanudó las obras bajo la dirección de Francisco Olaya, pues Reed, en este lapso, había abandonado el país. Sin embargo, la construcción resultó deficiente y tuvo que ser demolida. En 1879 se contrató al arquitecto bogotano Mariano Sanz de Santamaría, quien concluyó el pórtico de la fachada principal. Al cabo del tiempo, surgió una fuerte polémica, encabezada por el poeta Rafael Pombo, sobre el trabajo escultórico realizado por Mario Lombardi y se decidió traer al italiano Pietro Cantini, quien llegó a Bogotá en 1881 para presentar su proyecto, en el que se respetaba la propuesta de Reed introduciendo algunas reformas. Cuatro años más tarde, las guerras obligaron de nuevo a dejar suspendida la obra y el siglo llegó a su fin con el edificio del Capitolio abandonado. En 1904, el entonces presidente Rafael Reyes, decidió renovar la construcción y se discutieron varias alternativas, algunas de las cuales cambiaban radicalmente el proyecto de Reed. En 1906 se reeligió a Cantini, quien por problemas de salud se retiró a los dos años. En 1911, el arquitecto francés Gastón Lelarge reemplazó el pórtico realizado por Sanz de Santamaría y propuso además, como remate, una gran cúpula metálica central. Para 1917, el edifico estaba prácticamente terminado, pero faltaba el remate de la fachada principal. En 1923 se abrió un concurso y fue el arquitecto bogotano Alberto Manrique Martín el artífice de los últimos detalles. Finalmente para 1926 la obra del Capitolio Nacional, el edificio que marcó la ruptura entre el periodo colonial y la nueva arquitectura denominada republicana, dentro de las corrientes imperantes del neoclasicismo, se concluyó definitivamente”. El Capitolio, que reemplazó viejas casas coloniales donde funcionaban chicherías, tribunales, una cárcel y el palacio colonial de la Real Audiencia, fue finalmente sede sólo del Congreso Nacional. “Es el primer monumento símbolo edificado en el país luego de la Independencia –comenta el historiador Luis Fernando Molina– para cubrir necesidades de funcionamiento del Estado. Este hecho marcó un nuevo rumbo a la arquitectura, le cambió la imagen a Bogotá y definió el lenguaje que adoptaría el Estado para sus construcciones”. Este edificio cuenta con tres grandes salones: Salón Elíptico (para la reunión del Congreso en pleno), el Salón de la Constitución (para el Senado) y el Salón Boyacá (para la Cámara de Representantes). Ver Congreso de la República.